Los problemas internos de una organización pueden ser afrontados desde
distintas vertientes, no obstante el papel de la dirección es fundamental en su
resolución. Por ello, el estilo de esta dirección marca los medios y pautas
para establecer mejoras en la organización. En este contexto, una propuesta de línea
de evolución en el estilo de dirección se concibe como una herramienta clave
para afrontar esas patologías internas dentro de la empresa. Con este objetivo,
el texto plantea unas reflexiones sobre algunas cuestiones que atañen a la
metodología y al estilo de trabajo de los directivos.
Una de esas reflexiones se refiere a la manera de mejorar esa dirección.
Esta evolución debe de contar tanto de la experiencia práctica como de la
aplicación de herramientas teóricas. Para ello, es imprescindible utilizar métodos
de seguimiento interno y evaluación externa de los procesos emprendidos.
Para emprender ese seguimiento hay que diseñar un sistema de
diagnostico continuo tanto de la situación actual, analizando la patologías
existentes, como de las acciones emprendidas. Este diagnostico debe estar
introducido dentro de un plan global y no uno fragmentado como normalmente se
hace.
El análisis continuo sirve no solo para conocer las patologías sino
para estudiar bien la situación y no propugnar mejoras que estén fuera del
alcance de la empresa. La previsión es uno de las características más
importantes y no se debe propugnar acciones que no sean posiblemente
satisfechas.
Otra de las cuestiones se refiere a la de considerar la organización como
un conjunto de personas. Para ello, hay que tener en cuenta sus diferentes características
como partes que forman un eje potencial dentro de la empresa. La flexibilidad,
confianza, comunicación y la autoestima son puntos importantes a la hora de
formar un grupo comprometido e ilusionado.
Todas estas acciones requieren de una formación por parte de todo el
personal, pero especialmente desde los directivos o altos mandos. Desde la
dirección se proponen nuevas líneas de desarrollo o la necesidad de mejoras en
la empresa. Para ello, deben conocer diferentes herramientas para llevarlas a
cabo, como la creación de espacios de interrelación, análisis y participación.
Al mismo tiempo, esta formación debe ir acompañada de acciones que sirvan de
ejemplo de las mejoras que se promuevan. Los primeros que deben trabajar este
compromiso son los altas cargos con sus actos a ojos del resto de empleados.
Todas estas herramientas se hacen en base de una mejora y no cambios
radicales, situando el grupo de trabajo y el cliente en sus puntos clave,
persiguiendo como fin último la participación y la calidad.
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